Esta es una instalación sensorial habitada que se propone investigar la relación entre rotura y reparación, desde la experiencia íntima y personal de sus visitantes, de manera que cada uno pueda crear un encuentro significativo con su propia historia personal. Para ello, busca testimoniar las fracturas que componen nuestra vida, estudiando los fragmentos materiales y simbólicos que nos han constituido como personas. Invita al espectador a transformarse en viajero y a vivir una experiencia poética, explorando un espacio laberíntico que está hecho de trozos, restos y partes que han sido re vinculadas por “junturas”, “costuras”, “parches” y otras formas de reparación. Es un espacio donde predomina la “continuidad”, donde se crea una unidad aparentemente indivisa, pero que en sus detalles deja entrever aquello que se ha roto y el intento
de su reparación. La ruptura, la pérdida, la herida, lo que infringimos a otros o lo que se rompe en nosotros mismos. De todo ello también estamos hechos. Nuestra sociedad realza con fuerza la importancia de producir, mientras nos alejamos de la capacidad de reparar, relegando esta acción a un rol secundario, menor, casi invisible. Vivimos una paradoja: mientras más fragmentada se hace
nuestra vida, más nos cuesta ver las fracturas que nos componen. Sin embargo, mirar e introyectar un objeto roto puede crear una conexión profunda con las propias heridas y las rupturas de nuestro entorno. A veces no es posible reparar y a veces sí, pero es un hecho que lo que se ha roto no volverá a ser exactamente igual a como era.